03 Rol activo del estudiante

Introducción

Es una realidad que las tecnologías digitales han penetrado en todos los campos del conocimiento. Su principal propulsor fue internet, que permitió la horizontalización de las comunicaciones. A pesar de la gran incursión en nuestras vidas con la incorporación gradual de las TIC y los medios sociales en los ambientes educativos, no es nada comparable con la velocidad de apropiación y uso que los infantes y la juventud hacen en su día a día (Castells, 2001). Hay camino por recorrer, en el que se hace necesario que las TIC continúen contribuyendo a la dinamización global de los procesos de enseñanza y aprendizaje en los diferentes niveles educativos. Y esta dinamización comporta comprender las diferentes formas en que el conocimiento puede producirse, difundirse e integrarse.

En este sentido, las TIC han cambiado la transmisión unidireccional del conocimiento por el intercambio horizontal de información (Blanco y Amigo, 2016). En el escenario educativo que hasta hace poco estaba centrado en el profesor como transmisor de conocimientos estandarizados y que se dirige a una masa de estudiantes, deja de tener sentido por completo. Y es aquí, en este escenario, donde el estudiantado es quien debe tomar un rol activo y situarse como actor central del proceso de aprendizaje.

Pero ¿qué queremos decir cuando nos referimos a que el estudiantado toma un rol activo? Pues que tiene unos objetivos específicos que le interesan; que tiene acceso a la información cuando la necesita; que se siente responsable de lo que aprende y lo controla; que vive el aprendizaje como un proceso permanente, continuado y que accede siempre que lo necesita; es reflexivo y tiene curiosidad por consultar más información y para que esta se convierta en conocimiento. Por ejemplo, el aprendizaje por descubrimiento permite al estudiante adoptar un rol activo, con un protagonismo de quien construye su propio proceso de aprendizaje.

Esta situación de cambio rol del estudiante conlleva, a la vez, que el docente tome un rol de facilitador y de acompañante que contribuya a crear las condiciones que posibiliten este aprendizaje activo por parte del estudiantado (Khan et al., 2017). Pero del rol del personal docente nos ocuparemos en otra sección.

Situándonos en la reciente pandemia vivida, especialmente con el duro confinamiento domiciliario inicial y en la necesidad de seguir un aprendizaje lo más regulado posible desde los hogares, esta situación nos ha hecho plenamente conscientes a todos, tanto a familias como a centros educativos, docentes y estudiantes, de que las tecnologías digitales se convierten en clave y que la sociedad en general, y de manera específica la comunidad educativa, debe estar empoderada digitalmente para hacer frente a futuras situaciones de nuevos confinamientos. Es así como la realidad vivida nos ha hecho tomar más conciencia de que los roles de estudiantado y de docente conllevan cambios y transformaciones. En nuevos entornos, nuevas maneras de enseñar y aprender.

Centrándonos en el rol del estudiante, y el eje de esta sección, podemos evidenciar que ya no es novedad cuando hablamos de que ellos y ellas deben ser los protagonistas de sus propias historias y de sus acciones formativas. La pandemia no lo ha llevado, pero sí nos lo ha manifestado acelerando una situación que podría haber sucedido en un mañana no demasiado lejano. Hay que decir, sin embargo, que esta actitud proactiva que toma el estudiante para hacer frente al aprendizaje debe contextualizarse en el marco de una etapa madurativa concreta, ya que las actitudes y predisposiciones por un rol activo van asociadas a una maduración cognitiva que predispone el estudiantado de una mínima autonomía y control sobre su propio proceso de aprendizaje.

En este sentido, las reflexiones y recomendaciones que abordaremos en los próximos párrafos se centrarán en las etapas educativas en las que podemos garantizar un mínimo nivel madurativo que predispone a mostrar una actitud favorable hacia el aprendizaje.

«El estudiante se caracteriza como el que aprende y se implica en su propio proceso de aprendizaje por el hecho de que aprende a autorregularse. Las actividades que realiza se orientan a contextos reales en los que se da importancia a las vivencias del estudiantado en un contexto de aprendizaje flexible y diverso» (Ros et al., 2008).

Desde ya hace mucho tiempo, y sobre todo propiciado por la avalancha de información continua a la que estamos sometidos en la sociedad digital que nos ha tocado vivir, lo relevante no es que el individuo retenga memorísticamente toda la información que recibe desde los múltiples entornos, espacios o ecosistemas; lo relevante es el proceso de aprendizaje que hace, lo que le permite construir el conocimiento en interacción con su contexto familiar, académico, social, cultural, etc. Más que recibir y almacenar la información, el reto educativo se encuentra en que los sujetos aprendan a buscar, seleccionar y analizar esta información en las diferentes fuentes de consulta de que disponen a su alrededor y que sean selectivos con la elección de información que reciben y procesan, que la analicen y la evalúen de manera crítica. Así, el aprendizaje no se centra en el desarrollo de la capacidad memorística, sino en los procesos de análisis y reflexión continua, lo que conlleva un rol en dinamismo y cambio constantes.

Rol del estudiantado en línea

Desde esta mirada que hemos presentado, y tomando como referencia la trayectoria del estudiante que aprende en línea en la que se ejerce un rol más activo y participativo durante su proceso de aprendizaje, a diferencia de una formación presencial tradicional, es como abordaremos las siguientes consideraciones.

Para concretar este rol activo y participativo del estudiantado, hay que decir que el estudiante que aprende en línea construye sus representaciones, forma conceptos y resuelve problemas, realiza actividades de aprendizaje con el apoyo de herramientas y recursos y, sobre todo, comparte conocimiento entre sus colegas por medio de la red aprovechando el potencial que tienen las tecnologías digitales. Este estudiante que aprende en línea se convierte en un ciudadano o ciudadana competente digital.

El mismo contexto no presencial y en línea, basado en una educación centrada en el uso de las TIC a través de la red, conlleva que este estudiantado potencie una serie de rasgos distintivos que definen este rol proactivo (Guitert, 2015):

  • Sujeto activo. El estudiante que aprende en línea no desarrolla un aprendizaje mecánico en el que adquiere los conocimientos de manera receptiva, sino que se convierte en sujeto activo y protagonista de su propio proceso de aprendizaje. Si quiere progresar y aprender, debe convertirse en proactivo y autónomo.
  • Iniciativa. La autonomía de la que hablamos le hace mostrar interés por su aprendizaje trazando su camino, su itinerario de aprendizaje, por cumplir con los objetivos de formación marcados.
  • Responsabilidad. En la medida en que el aprendizaje se centra en el estudiante, este debe orientarse a la acción en la vida real y debe centrarse en el intercambio recíproco de experiencias, percepciones y concepciones del mundo. El discente se convierte en el responsable de su propio aprendizaje, el cual no se limita a un periodo de su vida y no se centraliza únicamente en una etapa o momento del estudio, sino que se amplía a toda su existencia vital.
  • Aprendizaje entre iguales. El estudiante construye su propio conocimiento a partir de recursos de aprendizaje y de la interacción y la relación que tiene con los compañeros y compañeras y con el personal docente. El aprendizaje entre iguales (tanto de compañeros como del profesor) se hace evidente de manera natural, sea pidiendo ayuda, colaborando con otros, ofreciendo apoyo al compañero que lo necesita, creando una buena atmósfera de aprendizaje, etc.
  • Sujeto pensante. El estudiante se convierte en un sujeto que piensa antes de actuar, que es creador y constructor de su saber y que practica la memorización comprensiva en contraposición a la memorización mecánica o repetitiva.
  • Gestor del tiempo. El estudiante organiza y gestiona su tiempo de manera planificada de forma que hace compatible su dedicación académica con sus obligaciones personales, laborales, familiares, etc. En este sentido, la decisión se encuentra en sus manos, es quien articula los ritmos y los tempos de estudio y de trabajo. «Una semana virtual pasa muy deprisa y sobre todo si quien la regula es uno mismo». Así, desarrolla estrategias de planificación y control de su propia actividad de aprendizaje, que le permite distribuir su tiempo, con el fin de obtener el máximo aprovechamiento del aprendizaje por medio de las TIC.
  • Autodisciplina. El estudiante que aprende en línea tiene una capacidad de esfuerzo, sacrificio, tenacidad, rigor y disciplina más elevada que un estudiante que aprende de manera tradicional, ya que debe cumplir con las obligaciones y retos que se ha marcado.
  • Entorno tecnológico. Para que su proceso formativo se convierta en exitoso, necesita un entorno o plataforma tecnológica para desarrollar y canalizar toda la información, la interacción y la comunicación.
  • Flexibilidad. La flexibilidad es uno de los pilares de la educación en línea. La formación se basa en la flexibilidad, de manera que el estudiante dispone personalizadamente de su tiempo bajo su responsabilidad (se hace compatible la actividad formativa con la laboral y personal) y puede acceder a todos los elementos del proceso educativo de manera permanente desde cualquier lugar y en cualquier momento.
  • Autocrítica. Se trata de un papel orientado a fortalecer su análisis crítico y reflexivo para razonar, analizar y argumentar sobre hechos y acciones que facilitan su desarrollo integral y la generación de conocimiento.

En este sentido, el estudiante en línea se convierte en un agente activo de su propio proceso de aprendizaje y al mismo tiempo también lo es en otros aspectos de su gestión cotidiana, como el procedimiento que debe hacer por el reconocimiento de estudios previos, el acceso a su expediente académico, los trámites y servicios que debe realizar durante su vida académica, etc.

Esta experiencia de aprendizaje, que sitúa al estudiantado en el centro del proceso de aprendizaje, fomenta la autoconfianza, la determinación frente a diferentes situaciones que se va encontrando, el hecho de que sea independiente hacia las decisiones que va tomando y a evidenciar que el error, el equívoco, también forma parte del aprendizaje y le da las competencias y las habilidades que tendrá que ir aplicando a lo largo de la vida. Es necesario que se le ofrezca un entorno, unos recursos y unas herramientas adecuadas que le ayuden a aprender de manera activa e individualizada, que le permitan experimentar, discutir y compartir, contribuir en grupo, construir y progresar, controlar el proceso de aprendizaje e interactuar con el medio.

La experiencia de ser estudiante en línea pone en juego todos estos elementos que hemos señalado, de manera que, en síntesis, podemos afirmar que el estudiante en línea debe:

  1. Ser activo y protagonista. Necesita participar de su aprendizaje. Debe pasar de un papel pasivo a un rol activo y dinámico.
  2. Ser responsable. El estudiantado necesita implicarse en su aprendizaje con compromiso, disciplina y responsabilidad.
  3. Ser gestor del proceso de aprendizaje. Necesita el compromiso de iniciar, organizar y finalizar en su aprendizaje; autogestionar y planificar su aprendizaje.
  4. Aprender a aprender. Necesita la habilidad, disposición y hábito de querer aprender con fuertes dosis de motivación.
  5. Aprender en colaboración. El estudiante necesita socializarse, comunicarse, interaccionar y colaborar con el personal docente y con el resto de compañeros y compañeras.
  6. Ser adaptable a los cambios. Necesita adaptarse al entorno y al modelo de aprendizaje, y vivir una experiencia de aprendizaje significativa, flexible y dinámica. El estudiante debe ser flexible y dinámico.
  7. Ser competente digital. Con un espíritu crítico en el uso y la aplicación de las tecnologías digitales.

El estudiante en línea
Fuente: elaboración propia

Estudiante competente digital

Ser competente digital conlleva saber utilizar y gestionar la tecnología, es decir, no implica solo conocer las herramientas, sino también saber utilizar la tecnología adecuada en cada situación en la línea del marco del DigComp 2.2 (Vuorikari et al., 2022). La manera de relacionarnos, de acceder a la información y de comunicarnos es una realidad que va más allá del simple uso de la tecnología y que se convierte en un sistema de relación social, profesional y académica.

Esto quiere decir utilizar las tecnologías digitales para gestionar la información, para comunicarnos y colaborar, para crear contenido digital, de manera segura y para resolver problemas.

«Digital competence involves the confident, critical and responsible use of, and engagement with, digital technologies for learning, at work, and for participation in society. It includes information and data literacy, communication and collaboration, media literacy, digital content creation (including programming), safety (including digital well-being and competences related to cybersecurity), intellectual property related questions, problem solving and critical thinking» (Council recommendation of 22 May 2018 on key competences for life-long learning, ST 9009 2018 INIT).

Áreas de competencia según el DigComp 2.2
Fuente: elaboración propia a partir de Vuorikari et al. (2022)

Este uso de la tecnología comporta adquirir una serie de competencias, que se detallan a continuación:

Modelo de referencia conceptual DigComp 2.2
Fuente: elaboración propia a partir de Vuorikari et al. (2022)

Estas áreas competenciales en Cataluña se concretan en:

Mapa de competencias digitales
Fuente: http://mapa-competencies-digitals.uoc.edu/

Ante una digitalización imparable, hay que formarse para ser competente digital, ya que estamos ante una nueva cultura que supone nuevas formas de ver y entender el mundo que nos rodea, que ofrece nuevos sistemas de comunicación interpersonal que se encuentran al alcance de todos, que proporciona medios para viajar con rapidez a cualquier lugar y que permite que, con dispositivos altamente tecnificados, podamos sacar el máximo partido y rendimiento a nuestro estudio y trabajo.

Esta nueva cultura digital, que presenta nuevos valores y normas de comportamiento, promueve una nueva manera de pensar. Ser competente digital, por tanto, representa formarse de manera continua, no solo por las exigencias derivadas de los cambios laborales que se producen, sino también por estar al día en los mismos entornos domésticos o de ocio.

Bibliografía

Blanco, A. V. y Amigo, J. C. (2016). El rol del docente en la era digital. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 30(2), 103–114.

Castells, M. (2001). Internet y la sociedad red. La Factoría, 14(15), 1–13.

Castro, M. D. B. y Tumibay, G. M. (2021). A literature review: Efficacy of online learning courses for higher education institution using meta-analysis. Education and Information Technologies, 26, 1367–1385. https://doi.org/10.1007/s10639-019-10027-z

Guitert, M. (coord). (2015). El docente en línea. Aprender colaborando en la red. Editorial UOC.

Khan, A., Egbue, O., Palkie, B. y Madden, J. (2017). Active learning: Engaging students to maximize learning in an online course. Electronic Journal of e-Learning, 15(2), 107–115.

Ros, R., Alfageme, M. y Vallejo, M. (2008). Enfoques de enseñanza en un centro de primaria: Cambio o continuidad. II Jornadas de los Máster en Investigación e Innovación en Educación Infantil y Educación Primaria. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia.

The Council of the European Union. (2018). Council recommendation of 22 May 2018 on key competences for lifelong learning (Text with EEA relevance), Official Journal of the European Union. 2018/C 189/01. https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/PDF/?uri=CELEX:32018H0604(01)

Vuorikari, R., Kluzer, S. y Punie, Y. (2022). DigComp 2.2: The digital competence framework for citizens. With new examples of knowledge, skills and attitudes. Publications Office of the European Union. https://data.europa.eu/doi/10.2760/115376

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